La tortuga es un animal que ha poblado la tierra desde hace 200 millones de años. Se le puede considerar una sobreviviente. Aventurera por naturaleza, también, se toma las cosas con calma. Simpático reptil, que asombra a niños y adultos, al ir y venir con su casa a cuestas. El agua y la tierra se funden en su cuerpo. Como una grácil bailarina, se mueve con ligereza entre ríos, lagos y mares; en tierra firme, luce una brillante armadura, verde colorido, impulsada por cuatro patas robustas que marchan estratégicamente. Uno de sus hábitos preferidos, es asolearse. Dichosa ella, que no necesita bloqueador solar o un pudoroso traje de baño. Esconderse es otro de sus pasatiempos; aparece en los lugares más insospechados, provocando tremendos sustos al hacerse pasar por una piedra movediza.
Hay que recordar que para muchas culturas, la tortuga representa a un animal sagrado. Para nuestros antepasados, simbolizaba la vida. Su nombre en náhuatl es “Áyotl”, en maya “Aak”. Cuenta una de las tantas leyendas, que dos lobos se comieron a una tortuga y el agua escaseó. Un águila les pidió que la devolvieran y juntaran los pedazos; en la tierra abrieron un hoyo profundo, donde introdujeron a la tortuga, del cual brotó un manantial. Los ancianos dicen, que la historia quedó grabada en su caparazón porque se ve remendado. A demás, se ganó un lugar en la cosmología maya, pues las estrellas que están ubicadas en el signo de Géminis, forman la figura de una tortuga.
Cianni